Herencia espiritual
"Los intereses materiales ¿podrán por sí solos obrar la unión duradera y feliz de los pueblos? El refinamiento de la materia y su goces ¿alcanzarán por ventura a satisfacer sus deseos y necesidades? Los pueblos ¿no viven también por el espíritu y para el espíritu? ¿No se ve en ellos otra cosa de más valía y más imperecedera que el oro?"
(J. Usera, Tesis Doctoral, 1852) El Espíritu me revistió de su Fortaleza,
iluminó mi mente con la luz de la Sabiduría del Amor,
enraizó en mi corazón el don de Piedad y Misericordia
invadió mis entrañas con la radicalidad de su Verdad.
Monasterio de San Martín de Castañeda en Sanabria (Zamora)
El Monasterio, como "escuela del servicio divino",
hizo de mi una liturgia viviente, a la que se fue incorporando toda la humanidad
el ser humano que soy, se llenó hasta desbordar de rostros y llamadas,
y ya nunca pude ser libre sin ellos,
sin mis hermanos y hermanas más necesitados y abandonados.
ellos me enseñaron a avanzar hacia una plenitud de sentido,
sostuvieron mis brazos en las noches de insomnio y oración,
acompañaron mis pasos en mil caminos por tierra y mar,
defendieron mi corazón del rencor y la insidia,
esperaron con paciencia hasta el día en que, libre de mi mismo,
me hice disponible, en ellos, al puro AMOR DE DIOS.
En esta Liturgia de mis ochenta años,
elevaré el cáliz de salvación, invocando tu nombre, Señor,
cantaré eternamente tu misericordias.
tejiste todos los salmos en el dosel de mi vida,
y quiero desgranar hoy ante ti todos los colores de tu salterio
yo los canté uno a uno, torrentes del amanecer y cadencia a la caída del sol,
en afinada melodía cisterciense,
en somnolencia de canónigos,
en saltarina música de pájaros,
en monótono vaivén de olas,
en ritmo de batuque africano,
en rebeldía e ira de expedientes,
en caricia maternal sobre la frente de los niños,
en el hedor de barrios marginales,
en el goteo de tu divina misericordia en el confesionario.
Y quiero traerte también los que recogí entre las ruinas de tus hijos, mis hermanos
acá y allá: Madrid, Fernando Póo, Cádiz, Habana y San Juan.
Tus hijos me cantaron su ingenuidad de criaturas vírgenes
y fui feliz, alumno de sus lenguas, de sus artes
tus hijos, mis hermanos, me cantaron sus saberes, de todo y mucho,
enciclopedias de humanismo, de ciencias, de proyectos,
y recogí su salmo y lo canté con todos ellos.
Tus hijos, mis hermanos, me cantaron el salmo de poder,
del matar, del oprimir, del marginar, grabado en sus espaldas
a fuego y látigo a dientes de hambre, a surcos de sudor y llanto,
y con ellos lloré el salmo, lo compartí, te lo envié en silencio,
y dije en alta voz que "no", que el ser humano es uno,
porque UNO eres TU que en su corazón lates y gritas "aquí estoy",
tus hijos más pequeños, bebés apenas, me cantaron su balbucir del "yo",
eco perdido, sin brazos de un tú, sin biberón,
y recogí su salmo y convoqué coros de ángeles
y juntos todos, niños de coro, te cantamos.
Escuché a las mujeres, tus hijas, mis hermanas, esperando su turno,
llamando a puertas mudas, presas en la inferioridad,
y me cantaron a coro el salmo del "valemos, podemos y queremos"
"que nos dejen pasar"
y yo canté con ellas, y confié en su canto, y mis mejores sueños
ya quedan en sus manos, ellas, Señor, te contarán.
En esta Habana de amores e intrigas, mis pasos ya vacilan
me quedan pocas cosas que custodiar, si no es tu Santuario
y la dignidad de tus hijos e hijas,
me vaciaste de "toda posesión", ya desde la ascesis de la Regla monástica:
"nadie se atreva a tener nada en propiedad". Nada tengo, te entregué para siempre el derecho a disponer de mi propia voluntad.
Déjame cantarte solamente, como cada mañana en los Laudes, el Tedeum de amor.
Quítame la herrumbre a fondo, hasta que se rompa mi vasija,
y déjame trabajar con mis hermanos, mientras me regalas la luz.
".....la buena semilla da, al debido tiempo, su fruto,
con naturalidad y sin violencia"
(J. Usera) UNA APUESTA POR "LA HUMILDAD"
La tierra sana y sencilla, guarda en su seno el tesoro de la fecundidad a la vez que el secreto de la dependencia, condiciones para ofrecer a su tiempo los frutos. Esta nuestra tierra de hombre y mujeres, don de Dios, contagia de sus cualidades a quien la pisa con respeto.
Jerónimo Usera apostó en su vida por la búsqueda del hombre, para encontrar a Dios, afinando en primer lugar su propio corazón, como instrumento de esta búsqueda. En esta pedagogía, fueron sus guías la Palabra de Dios y dos grandes prácticos en la vida monástica: Benito de Montecasino y Bernardo de Claraval.
En su experiencia del claustro y más en su larga vida de exclaustración, pero siempre monje, incorporó el espíritu de la humildad en lo más hondo de su ser, como valor propio del ser humano, para escuchar a Dios y para hablar con los hombres, Él, un clásico de la Lengua, amó el ser homo/humus, cuidador del ser humano y siempre en guardia frente a las olas del orgullo, que no pocas veces tuvo que dominar, con ayuda de la oración.
El trabajo interior, como don y esfuerzo, le hizo recorrer el camino de la humanidad, paso a paso, en el horizonte de la plenitud del Amor, aprendiendo la desapropiación de toda categoría y dejando atrás la elevación sobre los demás, el despojo de sí mismo como muerte para la vida, prosiguiendo la imitación de Cristo.
La humildad guío a Jerónimo en la búsqueda de Dios, en verdad, en todo, y con perseverancia. Vivió y aconsejó la humildad como purificación cristiana del orgullo y camino de crecimiento en el Amor.
Vivió y aconsejó a las Hermanas del Amor de Dios rezar y trabajar para dar muerte a la voluntad propia, muerte que no mata a la persona, ni la mutila, ni la priva de su autonomía; que destruye sí, esa parte de nuestro "yo" que recela el sometimiento al Señor, a su dominio y querer, y que no es útil a los hermanos, pues destruye toda fraternidad.
Este proceso de avance en el camino de la desapropiación de su hombre viejo, es particularmente evidente en la vida de Jerónimo Usera, a partir del año 1856, a sus 46 años, cansado de lides imposibles, en que había dominado en él la rectitud en los servicios y la lógica de su gran inteligencia.
En su propia confesión, se complace en la obediencia, canta la misericordia del Señor, que ha vencido su amor propio, y le pide su gracia y su paciencia. (Cf. Carta al Arzobispo Claret, 29/10/1846)
La humildad, que no siempre la encontramos en la cumbre del ranking de los héroes, si lo está siempre en el de los discípulos de Jesucristo, porque es participación imprescindible en su Kénosis redentora. Jerónimo Usera apostó por esta participación.
SU EXPERIENCIA DE DIOS
Jerónimo Usera buscó al Señor como absoluto y Él se le manifestó como gratuidad. Desde este encuentro descubrió a las personas, la actividad humana, las cosas. El rostro de Dios contempló en todos sus atributos, destacando especialmente algunos de ellos.
Dios, Padre de todos, providente y misericordioso, el Dios envolvente de toda vida con su voluntad y respetuoso de la libertad del hombre. Esta experiencia le lleva a descansar en sus designios, a buscar y aceptar su voluntad por encima de todo acontecimiento y a la vez a la aniquilación del orgullo, la vanidad y el amor propio. La religión, como acatamiento y lazo de unión con Dios Padre, estrecha a la vez, al hombre con sus semejantes.
Dios, verdad y bondad supremas, del que participa el hombre que elige la veracidad y la práctica del bien. De ahí que el objetivo de su vida, formulado resueltamente desde su adolescencia, fuera hacer el bien en la tierra, y más adelante en la formulación más estructurada y completa: en estas dos cosas, principalmente, se parece el hombre a Dios, decir la Verdad y hacer el bien.
A este Dios veraz y bienhechor del hombre se debe toda acción de gracias.
Dios, amor y digno de ser amado.
Todo dolor, sacrificio, trabajo o alegría tiene una única razón que los sostiene: El Amor de Dios."Siendo Dios el móvil supremo de nuestras acciones, practicamos el bien sin coacción de ninguna especie. Lejos de eso, si mandamos, lo hacemos por amor a la justicia, y si nos toca obedecer, obedecemos por amor a la autoridad. En uno y otro caso el respeto y amor de Dios es el fin de nuestra obra"
El Padre Usera, activo y contemplativo, encontró en esta experiencia del Dios amor el núcleo de su espiritualidad, la fuerza que hacía compatible el mantenimiento constante de la presencia interior y la entrega a los demás hasta el agotamiento. Rezar y trabajar, contemplar y hacer justicia en las obras. Este fue su plan de fondo hasta el último hálito de su vida. Llegó al final de sus días solo, mísero, metido en mil compromiso que superaban ya sus recursos económicos. La demanda de amor y ayuda en tantos frentes le hizo olvidarse de sí mismo en un grado incomprensible, dado su carácter previsor y organizado en extremo. Murió sin más recursos que el amor de Dios. y ésta fue su herencia en la posteridad. Nos dejó la palabra de experiencia de lo que es radicalmente de todos y de forma inagotable: Dios es amor.
El Padre nuestro fue, sin duda, la fórmula de plegaria que repitió con más frecuencia Don Jerónimo Usera.
ACCESO A JESUCRISTO
Su experiencia de Jesucristo elige algunos aspectos de su manifestación en el mundo:
Jesucristo, mediador del culto oración al Padre, es el lugar en que se sitúa su espíritu en toda circunstancia. Las manos de Jesús son el lugar donde las preocupaciones y asuntos difíciles encuentran seguridad.
La expresión me pongo en sus manos es frecuente en sus escritos.
En Jesucristo coloca la razón moral de respeto y amor a las personas y razas. Él es la referencia explícita o tácita de la fraternidad por encima de la carne y sangre. Palabras muy conocidas suyas nos hacen volver el rostro hacia esta razón de sus actos:
"Me he consagrado por entero a defender los derechos de la raza negra a la que amo en Jesucristo".
"El católico ve en cada hombre un verdadero hermano; pero un hermano a quien se halla ligado con vínculos más sagrados y más fuertes que los de la sangre".
Jesucristo Redentor es para él la máxima expresión del perdón de Dios al hombre y signo supremo del amor. El Redentor crucificado es la lección magistral de las enseñanzas del Evangelio, ante el que invita a todo hombre a acercarse, mirar y aprender.
Jesús sacramentado, como alimento, presencia fiel y prenda de consuelo y escucha de las luchas del corazón del hombre. Es una de sus devociones preferidas. Su vida, aún física, estuvo muy cercana al Sagrario. En situaciones del especial trascendencia de sus actos o determinaciones buscó desiertos habitados exclusivamente por esta presencia eucarística y por el silencio.
Especialmente en sus últimos años se convirtió en guardián del Santísimo, en la Catedral de la Habana, trasladando su residencia, en solitario, a un cuarto dentro de la misma.
Este Jesús, presente en la Eucaristía, amigo y consolador fuerte, aparece como centro devocional en el legado espiritual a las Hermanas del Amor de Dios:
"Si alguna vez las pasiones quieren levantar la cabeza, no os acobardéis pero eso; hacedles frente, resistidlas, acudiendo presurosamente a los pies de Jesús Sacramentado. Y allí en su presencia, desplegadle todo vuestro corazón. Veréis cuántos consuelos os da vuestro buen Jesús"
Jesús Maestro y modelo de vida. La vida de Jesucristo, hijo de Dios, es el más poderoso testimonio de la verdad y divinidad de su palabra, así como de su persona:
"Siempre veraz, benigno con el bueno y con el malo. Justo con todos, respira bondad, mansedumbre, humildad y caridad extremada. Atento a desempeñar la misión que su Eterno Padre le había confiado, repite muchas veces que no viene a salvar a los justos sino a los pecadores; que su objeto no es anular la ley, sino cumplirla. Guiado siempre por el espíritu de caridad que lo consume, defiende a la adúltera, restituye a la viuda de Nain su hijo, admite en su gracia a la Magdalena. Y pendiente de tres clavos reúne todas sus exámines fuerzas para pedir a su Padre por los que se burlan y mofan".
La vida de Jesús es un modelo nuevo, diferente de todos los demás. De él han de aprender los valores todos los cristianos y especialmente las hermanas del Amor de Dios que han consagrado toda su vida a este amor.
PRESENCIA DEL ESPÍRITU
El Espíritu se hace presente en la presente en la plenitud del Amor, como síntesis s de todo don de Dios.
El Padre Usera insiste, además, en la fortaleza, como don del Espíritu Santo, como fuerza interior en las situaciones que superar las posibilidades del hombre. Así en los apóstoles, los mártires o en la constancia para confesar públicamente la fe en situaciones difíciles.
El Espíritu asiste a la flaqueza humana, concediéndole el don de la oración y la fraternidad. Tradicionalmente y como legado espiritual del Fundador, las Hermanas del Amor de Dios piden la asistencia del Espíritu Santo al iniciar la oración y los encuentros comunitarios. El Espíritu Santo, como plenitud del Amor de Dios, es patrono de la Congregación.
MARÍA, MADRE E INTERCESORA
Su piedad mariana era la de un fraile que asume plenamente la espiritualidad de su Orden, en este caso Cisterciense, de honda vena marial.
Conservamos dos de su muchos sermones y en ambos aparece María al lado de su Hijo, participando de su dolor, de su mediación y servicio a los hombres. De labios del Padre Usera escuchaba el pueblo sencillo hondas razones teológicas para la devoción a la Virgen:
"Cuando el Hijo de Dios, lleno de un amor infinito, se dignó verter su sangre preciosa por la salvación del mundo, llamó a todos los hombres hermanos, haciéndoles igualmente hijos de la Virgen María"
Con el pueblo, de toda condición, repitió muchas veces la oración que San Bernardo dedicó a María casi como un desafío a la eficacia de su intercesión:
"Virgen Santa, jamás ha llegado a nuestro oídos que hayáis abandonado en la aflicción y en la necesidad al que os ha invocado con devoción y fe"
En la práctica apostólica, el Padre Usera se adapta a las diversas situaciones, tanto rurales como urbanas y reaviva en el pueblo la devoción local a la Virgen María, en la advocación concreta con que es venerada. Comprende el sentido que tiene en la religiosidad popular la ermita y el santuario así como la práctica habitual de la novena, como forma de oración y culto. Así reconstruye pequeñas ermitas, compone y actualiza novenas o restaura devociones, purificándolas del posible lastre de fanatismo o paganismo que pudieran incluir. Ejemplo de ello tenemos en la ermita del Carmen de Pedralba, en Sanabria, la Virgen de la Caridad del Cobre en Santiago de Cuba y la Virgen de Belén en Puerto Rico.
Jamás un santuario ha de explotarse por intereses o ser motivo de lucro. No se explotará a nadie por devoción. Se realizarán con dignidad los actos de culto diario, tanto como las solemnidades y procesiones. Para confirmar estos principios suyos, así como otros más sencillos, basta recordar una de las normas del Reglamento del Santuario Hospedería de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre, que el Padre Usera renovó:
"Habrá un registro de limosnas y alhajas y se prohíbe dar por interés medallas de la imagen. Esta se darán gratis a los que visitan el santuario por verdadera devoción".
Es interesante esta concepción del santuario mariano como lugar donde se practica y aprende la justicia. En él María, como en su canto del Magnificat aparece como maestra de la verdadera caridad cristiana.
La Virgen María había acompañado sus pasos misioneros en Guinea y aún queda la tradición de la imagen de Nuestra Señora en un alto, que los isleños de Fernando Poo llamaban "la Virgen del Padre Usera".
María Dolorosa, con Jesús muerto en sus brazos, es la Madre de la Piedad, porque es la adoradora del dolor de Jesús a la vez que madre comprensiva y cercana del dolor de los hombres.
En su experiencia personal de incomprensión y hasta de calumnia, cuando el orgullo estaba a punto de obnubilar su mente, el Padre Usera reconoce que la victoria interior es obra de la gracia que le llega en la mediación de Cristo y de María:
"Infeliz de mí, en estos momentos, si la misericordia del Señor no hubiera vencido a mi amor propio. Mucha parte ha tenido también en esta victoria nuestra amantísima Madre, al Santísima Virgen, a la que diariamente, en el santo rosario, he pedido el feliz desenlace que han tenido estas cosas"
En los Estatutos y primeras Reglas de la Congregación de Hermanas del Amor de Dios, la Virgen María se hace presente como marco en que se desenvuelve toda la vida, por su patronazgo en la advocación de la Inmaculada Concepción, por su invocación al llamar a las puertas y especialmente por la piedad de imitación de sus virtudes, muy especialmente de la humildad.
María aparece junto al Dios providente que alimenta los pajarillos del campo y ella interviene en el refuerzo de amor y humildad que se necesitan para perdonar de corazón al hermano. Las celebraciones del culto especialmente solemne en algunas fiestas marianas, las plegarias del Rosario, el Ángelus y la oración por la paz, son como chispas externas de esta devoción fundamental a María que ha de marcar a las Hermanas del Amor de Dios.
VISIÓN DE SÍ MISMO
Hombre humilde, modesto y realista.
"Soy enemigo de hablar en mi elogio"(29, 1, 1856)
"Mi conducta no toca decirla a mi, bástame remitirme al testimonio de los que presenciaron mis actos" (21, 1, 1853)
Fiel creyente que ha puesto toda su confianza en el Señor
"Cuantas gracias debo dar al Señor por el Espíritu de docilidad y obediencia con que me ha dotado" (25. 10. 1856)
Fiel hijo de la Iglesia
"Yo no soy sabio ni menos virtuosos, pero, gracias a Dios, tengo la docilidad de un buen hijo de la Iglesia, de cuya obediencia no permita el Señor me aparte jamás" (24. 6. 1856)