Jerónimo Usera Contemplativo

 

DIMENSIÓN CONTEMPLATIVA DEL VENERABLE JERÓNIMO USERA

Contemplativo por vocación

Las primeras palabras que la tradición pone en boca de Jerónimo Usera son las relativas a su vocación: "Estoy convencido de que Dios me ha escogido para hacer el bien en la tierra", le dijo a su padre. Sometido a prueba, persistió en su propósito de hacerse fraile. Su segunda palabra contrarresta el dolor que experimenta al dejar el hogar paterno: "Esa es la voluntad de Dios y por ello voy con el corazón animado", dijo (Positio, 465-66).

La claridad con que distinguió la llamada y la decisión de hacerse monje para realizar su misión, indica que se habituó desde niño a escuchar la voz de Dios en su interior y a anteponer la voluntad divina a cualquier otra opción. 

En el Cister, durante diez años, bebió la espiritualidad contemplativa benedictino cisterciense con los matices introducidos por San Bernardo. Para llegar a poseer de veras a Dios, el doctor seráfico señalaba tres escalones: buscar a Dios sinceramente; buscarlo sin cesar; y buscarlo con perseverancia. De ese modo se podría ascender a la cumbre del amor de Dios. El joven monje se impregnó de esta doctrina y se mantuvo siempre fiel a su profesión religiosa, negándose a admitir el indulto de secularización que Roma le ofrecía después de la exclaustración impuesta, en 1835, por el gobierno español.

Más tarde tendrá ocasión de manifestar que "ama la soledad y el retiro", que por inclinación y por carácter, ha huido siempre los destinos y cargos públicos y, "si alguna vez los he aceptado –dice-, ha sido cediendo a la obediencia y al mandato de mis superiores" (Positio, 229). En su proceso de identificación con Cristo hace de la voluntad de Dios su alimento, lo mismo si es una inspiración del Espíritu, o si se  manifiesta a través de mediaciones.

En otro momento escribe: "Yo no soy sabio, ni menos virtuoso, pero gracias a Dios, tengo la docilidad de un buen hijo de la Iglesia, de cuya obediencia no permita el Señor me aparte jamás" (Positio, 246).

 

Contemplativo en la  acción

La personalidad polifacética del P. Usera le permitió adaptarse a las circunstancias cambiantes del siglo XIX y desarrollar una intensa actividad apostólico-caritativa en un espectro social y geográfico muy diversificado. Sorprende la cantidad de viajes que realizó, cruzando tierras y mares para estar allí donde su presencia y acción pudieran ser más necesarias.

Su extraordinario dinamismo, después de su forzosa exclaustración, podría inducirnos a considerarlo un hombre totalmente volcado a la acción, un filántropo de gran envergadura, un proyectista y realizador con extraordinaria capacidad de convocatoria, un hombre que supo encarnar el espíritu de las luces y llevar a los marginados los beneficios de la instrucción o el consuelo de su acción humanitaria. Con otras palabras: ¿Le quedaba tiempo a Jerónimo Usera para dedicarse a la oración? ¿Qué margen quedaba en su planificación personal para la contemplación, si no tenía descanso ni de día ni de noche?

La respuesta a estos interrogantes no podemos encontrarla en sus escritos pues no escribió su autobiografía ni dejó apuntes personales sobre su itinerario espiritual. Lo que conocemos de su vida interior es lo que se trasluce en su actuación, en su modo de estar en el mundo, en los documentos burocráticos y en las consignas de que dejó a sus religiosas. Ahí encontramos las manifestaciones características de la vida contemplativa, lo cual nos permite afirmar que Jerónimo Usera, como Juan de la Cruz o Teresa de Jesús, supo manejar en perfecta armonía el binomio acción-contemplación. Si bien es verdad que la contemplación es un medio y no un fin en sí misma, en la vida cristiana la oración-contemplación es el ejercicio espiritual que más contribuye a la personalización de la vida de fe, de tal modo que una oración auténtica desemboca en el apostolado y en la caridad, y la acción apostólica auténtica conduce a la oración porque el apóstol, consciente del carácter sobrenatural del apostolado, siente la imperiosa necesidad de unión con Dios cuya gracia orienta y fecunda la acción.

Todo esto lo reconoció la Congregación para las Causas de los Santos. Después de un examen riguroso de la vida documentada, o Positio sobre las virtudes y fama de santidad de Jerónimo Usera, promulgó un decreto en el que se declaraba que el P. Usera fue un hombre de virtud heroica. En este documento encontramos la respuesta a las preguntas antes formuladas:

"De Dios que es apoyo de los justos (Sal 36,13) el sacerdote Jerónimo Usera sacó la caridad y la fuerza para entregarse plenamente al servicio del Evangelio, y con el mismo ánimo afrontó los trabajos, incomodidades y privaciones en la edificación del reino de Dios (...).

Su fe iluminó siempre su vida interior y la sostuvo, y lo mismo el apostolado, la esperanza y la caridad para con Dios y el prójimo. Cultivó la íntima unión con Dios e impulsó, a través de la celebración de la misa, la predicación la devoción a la Eucaristía y a la Virgen María, la fidelidad a su vocación y la obediencia a sus superiores. Las mismas obras de apostolado  fueron para él una excelente vía para avanzar en el camino de la santidad" (Roma, 28-06-1999).

La búsqueda de Dios-Amor

Para que un aspirante fuera admitido en un monasterio cisterciense tenía que dar pruebas inequívocas de que iba buscando el amor de Dios. San Benito exigía que se indagara sí el aspirante buscaba verdaderamente a Dios. Esta búsqueda, ayer y hoy, reviste varios matices, es la apertura a un encuentro con Aquel que puede saciar el alma con palabras de vida eterna, y una adhesión total a Cristo que se convierte en centro de la propia vida.

Para Jerónimo Usera Dios fue siempre el móvil de sus acciones. A sus religiosas les recomendaba que lo hicieran "todo por Dios y sólo por Dios, nada por respetos humanos" y les recordaba que el religioso "todo lo pospone a Dios, todo lo renuncia por Dios" , "todo se sufre por el santo amor de Dios". Pero, conociendo las dificultades y obstáculos del camino, recomienda: "... acudid presurosas a los pies de Jesús sacramentado. Y allí, en su presencia, desplegad todo vuestro corazón. Veríes cuantos consuelos os dará vuestro buen Jesús" (Positio, 358-360).

La fe daba coherencia y unidad a su vida, sostenía su búsqueda de Dios y le movía a la identificación progresiva con Cristo. Después de la Sagrada Escritura, su libro preferido era la Imitación de Cristo.

En los momentos de prueba, no presumía de sus fuerzas. Se ponía en manos de Dios, confiaba en la ayuda de la gracia y se encomendaba a la protección de la Virgen.

De su unión con Dios brotaba la caridad, pues Dios es amor. Los testimonios que se han podido recoger sobre su vida y virtud, son unánimes en poner la caridad como su principal virtud, llegando alguien a afirmar que "era de una caridad infinita, inagotable" (Positio, 500), que "murió pobre, muy pobre, porque nunca llamó a sus puertas una necesidad que no fuera al instante socorrida" (Positio, 458).

"Su vida –dice un testigo-, fue un continuo apostolado de caridad y amor al prójimo" (Positio, 459).

Sus familiares, al ver su incansable labor a favor de los necesitados, "no se explicaban de donde le venían tantas fuerzas, pues rezaba mucho, comía y dormía poco y no estaba quieto un momento". Pero la testigo que esto afirma, añade que "a él lo guiaba su enorme deseo de caridad y su encendido amor de Dios" (Positio, 492).

 

Hombre de oración

Habituado a ver a Dios en todas las cosas y a contemplar todas las cosas en Dios, podemos decir que su vida fue una oración continuada. Las maravillas de la naturaleza, la estética y el arte, todo le ayudaba a elevar su corazón al Creador. Así se explica que haya conservado siempre la paz y armonía interior en medio de las contradicciones, dificultades y paradojas de su agitada existencia.

Se conserva memoria de su oración en el oratorio de la finca de su hermano Victoriano, lugar donde redactó los Estatutos de la Congregación de Hermanas del Amor de Dios. Su sobrina Catalina, heredera de dicha finca, declaró: "sólo verlo orar en nuestro oratorio de Griñón invitaba a la oración". La misma testigo dijo también que nunca se quejaba aún cuando se le veía agotado, que al regresar de África "le oían decir que sus ratos de oración eran su mejor descanso" (Positio, 503).

También las primeras hermanas de la Congregación decían que a veces le sorprendían en la huerta de la casa fundacional, en Toro, "juntas las manos, parecía en profunda contemplación, luego escribía, a ratos se sentaba y otros paseaba, pasando así horas enteras" (Positio, 479).

A las hermanas les recomendaba: "oren mucho y hablen poco, y les irá bien en lo temporal y en lo eterno" (Positio, 328).

Según otros testigos, "rezaba mucho, comía y dormía poco...", "y no paraba hasta ver realizadas sus santas obras" (Positio, 492).

De su confianza en Dios y en el poder de la oración, habla otra expresión en carta dirigida a S. Antonio M.ª Claret en uno de los momentos más dolorosos de su vida: "¡Cuantas gracias debo dar a Dios por el espíritu de obediencia y docilidad con que me ha dotado! Porque infeliz de mí en estos momentos si la misericordia del Señor no hubiese vencido mi amor propio. Mucha parte ha tenido en esta victoria nuestra amantísima Madre, la Santísima Virgen a la que, diariamente, en el santo rosario he pedido el feliz desenlace que han tenido estas cosas" (Positio, 360).

 

Epílogo

Aunque no podemos definir claramente el modo de contemplación practicado por Jerónimo Usera, es innegable que su unión con Dios fue intensa, que su vida no se entiende sin una referencia a la fe que le sostuvo y a la confianza en Dios, y que de esa vida unitiva brotó la exuberante caridad que animó su acción a favor de los demás.

Que su ejemplo sirva de estímulo a cuantos sienten ansias de santidad y amor de Dios y les sostenga en un dinamismo apostólico-caritativo sin fronteras ni intermitencias capaz de contribuir a la expansión del reino de Dios bajo el signo del AMOR.